ARTIGO DE FREI RICARDO (EM ESPANHOL): MEDITACIÓN: UN MODO DE ESTAR MÁS CERCA DE DIOS.

Província Santa Rita de Cássia
Brasil





            Actualmente, el hombre moderno vive inmerso en la agitación de la vida, terminando muchas veces en el vacío interior y consecuentemente en la perdida del alma. Como reacción a esta vida insensata, el hombre busca frecuentemente la meditación como una forma de intento por controlar la propia vida, iluminar su interior, gozar de un poco de luz y de paz, y así por fin, restituir el encanto en la vida atribulada.
            Todos nosotros, poseemos una interioridad, que es necesario que cuidar[1], pues es la ella que mueve la exterioridad. Si nuestro interior está bien, consecuentemente, nuestro exterior también lo estará. La meditación cristiana, ensenada por la tradición de la Iglesia, nos ayuda a conocer nuestro interior y así, tener una mejor relación con Dios, con nosotros mismos y con los otros.
            Nadie nace sabiendo meditar, se tiene que aprender, y requiere mucho esfuerzo. En la vida espiritual, es preciso, primero dejarse instruirse por las cosas de Dios, para después experiméntalas por sí propias[2]. La meditación, acompaña el crecimiento espiritual de cada persona. Por tanto, el camino de la vida espiritual, según una sólida tradición, sigue tres etapas:
 

1)      La fase de los INICIANTES: corresponde a la vía purgativa; la meditación aquí es reflexiva o discursiva, más que afectiva o contemplativa. Trata de conocer más y mejor a Dios y a sí mismo, con la finalidad de adherirse más íntimamente a Él. Es una vía acentuadamente negativa, de lucha contra el pecado y contra las malas inclinaciones. En esta vía, hay que buscar purificarse y desapegarse de todo lo que nos aleja de Dios. Según San Juan de la Cruz, el alma, en esta vía, esta sujeta a la Primera noche (la noche de los sentidos exteriores: el mirar, el escuchar, el tocar, etc.). Mencionemos aquí, a los tres besos en Dios, que hablan San Francisco de Sales y San Bernardo de Claraval. Por tanto, podríamos decir que esta es la etapa del beso en los pies del Señor[3].
2)      La fase de los ADIANTADOS: corresponde a la vía iluminativa; En esta vía, la meditación todavía aún es reflexiva, pero ya desarrolla más afectos, es una vía más positiva. La intención ahora es adquirir las virtudes que nos aproximan de Dios. Además de huir del pecado, es necesario buscar  a Dios y su bien-querer. Aquí, entra en la Segunda noche (la noche del espíritu), en esta, a través de la aridez espiritual, se purifica la mente y sus facultades: inteligencia, voluntad e imaginación, para el encuentro con Dios. En lenguaje de San Bernardo, es la etapa del beso en las manos del Señor.
3)      La fase de los MADUROS: corresponde a la vía unitiva, en esta etapa, solamente se busca el Amor de Dios y nada más. La meditación es de tipo casi solamente afectivo y contemplativo. Es la oración de quietud, con sentido, apenas en una sencilla mirada a Dios en una atención amorosa a Él, en un quedarse en su presencia, sin pensamientos, ni afectos particulares, pero en clima de amor, de paz, es un reposo en Dios. En esta vía está la Tercera noche (noche divina), que es la noche de la unión, donde brilla la llama de amor viva (nombre de un poema de San Juan de la Cruz) y se entona el cántico espiritual (otro poema del mismo doctor). Es la etapa del beso en el rostro del Señor[4].
 

Por consiguiente, todo hombre busca consciente o inconscientemente la Tercera vía, el beso en el rostro de Dios. Ya que, el hombre moderno, en lo intimo de su ser está vacío, y para llenarse, es necesario mirar hacia sí mismo, hacia lo intimo de su ser, y ahí llenarse con el Amor Supremo, que es lo propio Dios; y uno de los caminos para entrar y encararse a sí propio es la meditación.
            Nunca podemos nos olvidar que la meditación, no es mera reflexión; debe siempre estar dirigida a la unión con Dios. Ella es más para sentir que para saber. Queda claro, por tanto, que la meditación no es un estudio. Entonces, no es el mucho saber lo que sacia el alma, sino el sentir y degustar las cosas íntimamente[5].
            Muchas personas reclaman de su aridez espiritual, hablan que no sienten a Dios. Pero el Sentir a Dios, no es aún lo principal en la vida espiritual. Lo principal está en Querer a Dios por si mismo. Pues, el Sentir a Dios, no esta siempre en nuestro alcance, mientras que el Querer a Dios está, ya que LA GRACIA SIEMPRE NOS SOCORRE[6].
            Hay una gran distinción entre la meditación y la lectura espiritual. La lectura espiritual, no es propiamente  una meditación, pues, hay libros para la instrucción y libros para despertar. Pero, cuando un libro espiritual habla de despertar, puede también llevar a la meditación, no se queda solamente en la lectura instructiva, mas busca la comunicación de amor con Dios.

            Para que haya una buena meditación, es preciso prepararse, pues las cosas importantes lo requieren. Es la fase del “calentamiento” del organismo espiritual. Para eso, Fray Giovanni Vannucci, OSM, nos da algunas sugerencias[7]:

 

1)      Disposición de sí mismo: Entrar en clima de meditación con el corazón listo, y no como quien va a cumplir apenas un deber o enfrentar una cosa difícil, complicada, y hasta inútil. Es necesario que vayamos a la meditación con la intención de conversar con una persona querida ¿Y no es efectivamente el querido Padre? Pero, Él es al mismo tiempo, Señor, por tanto, es esencial también el sentido de reverencia y devoción.
2)      Lugar: Jesús se retiraba al desierto (Mc 1, 12-13), a lugares alejados (Mc 1, 35; Lc 5, 16), a la montaña (Lc 6, 12; 9, 28), al Jardín de los Olivos (Mt 26, 30). Cada un o verá donde es mejor para meditar (capilla, habitación o andando por el jardín).
3)      Tiempo: Cristo se despertaba en la madrugada para rezar (Mc 1, 35). Pasaba toda la noche en oración (Lc 6, 12) ¿Y para usted, en que momentos la meditación pude ser más provechosa? Las primeras horas del día son, por tradición, las más favorables. Sea como sea, es necesario fijar un tiempo determinado para la meditación y ser fiel a él. Es aconsejable empezar con 10 o 15 minutos por día, aumentando la duración, hasta llegar a media hora por día, como mínimo.
4)      En relación al bien-estar físico: Es claro que, si nuestro cuerpo no está en forma (enfermedad, dolor de cabeza, mala digestión, etc.) será muy difícil meditar. Pero, no es imposible. En este caso, el modo de meditación deberá tener la forma de entrega serena, de paciencia y de unión silenciosa con el Cristo sufriente.
5)      Serenidad interior: Es imposible meditar con el corazón emocionalmente inquieto y perturbado. Por eso, antes de la meditación es necesario que el corazón esté en paz; calmar las pasiones, especialmente, la rabia y la concupiscencia. Pero también, las preocupaciones externas y cotidianas pueden causar daños a la meditación, como Jesús mismo advierte en la parábola de la semilla (Mc 4, 19). Solamente el corazón puro, libre de apegos y sobretodo de la sensualidad, puede VER A DIOS (Mt 5, 8; Hb 12, 14).
6)      Silencio exterior: ¿Cómo meditar en el mundo moderno, invadido por ruidos de toda suerte? Llegó hoy a ser un problema social (contaminación acústica). Pero, ¿qué hacer cuando no se puede eliminar las fuentes? En este caso, es necesario usar la siguiente operación psicológica: Desligar la llave general, o sea, procurar no dar atención. Esa es una técnica que exige mucho entrenamiento. Mas, con ejercicios, se conseguid no oír más, aunque se continué escuchando. O sea, el ruido ya no incomoda más por dentro, aunque continué por fuera.
7)      Silencio interior: Es el sentido del recogimiento. Nuestra mente, especialmente la moderna, es extremamente agitada, se descontrola con facilidad. Por tanto, siempre de debe empezar la meditación con el silencio exterior, pues este es condición previa para el silencio interior. Nuestro padre san Agustín, es el fundador de la tradición específicamente occidental de la interioridad o del mirar hacia el interior. Él habla de un “si mismo” interior, y éste se concibe como una especie de espacio o dimensión de ser que es propio del alma. Desde luego, no es un espacio (porque el alma no tiene un modo espacial de ser, como lo tiene el cuerpo, sino que se asemeja más a un mundo interior de representaciones). Así, por ejemplo, los vastos recintos o almacenes de la memoria contienen dentro de ellos imágenes de todo el mundo sensible, tanto del cielo como de la tierra[8]. Por tanto: “El hombre, para elevarse a Dios debe primero ser restituido a si propio”[9]. En efecto, cuando se esta bien con Dios, consigo mismo y con los hermanos, se queda mas fácil silenciar interiormente y así, realizar una buena meditación.

 

Sin embargo, todos los autores (serios), pueden servirnos para una mejor lectura espiritual. Ahora, para la meditación, ninguno de ellos supera en autoridad la Sagrada Escritura de la tradición judío-cristiana. Por tanto, el cristiano debe siempre preferir la Biblia como texto de meditación y oración.
En fin, la verdadera meditación ten apenas un único objetivo: EL ENCUENTRO CON DIOS, con la GRACIA, pues tal vez el aspecto más humillante del intento por dedicarse a la meditación sea la dificultad para controlar los propios pensamientos. Sin embargo, la misericordia de Dios se revela el la paciencia divina hacia tales fallos de atención. De hecho, la dificultad misma e incluso la imposibilidad de controlar los pensamientos, la considera nuestro padre san Agustín[10] como una puebla evidente de la necesidad de la GRACIA, pues “ES LA GRACIA DE DIOS QUE NOS SOSTENE”.  
 Frei  Ricardo Alberto Dias, OAR.
 
 
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[1] BOFF, Clodovis. Meditación: ¿Como Hacer? Petrópolis, RJ: Vozes, 2006. p. 7.


[2] Ibíd., p. 12.


[3] Bernardo, San. Sermons sur le Cantique . Col. Sources Chrètiennes, 414, Cerf, Paris, 1996, t.I, Sermones III y IV.


[4] Para las tres vías clásicas: GARRIGOU-LA-GRANGE, Reginald. Le tre età della vita interiore. Berruti, Turim, 1949-1953, SV. En 4 tomos, y TANQUEREY, Adolphe. Compendio de Teologia ascética e mística. Libraría Apostado da Imprensa, Porto, 1938, 4ª ed., p. 397


[5] Op. cit., p. 23.


[6] Ibíd., p. 27.


[7] VANNUCCI, Giovanni. La ricerca della parola perduta. CENS, Milán, 1986, p. 139.


[8] SAN AGUSTÍN. Confesiones 10.8.14-15.


[9] SAN AGUSTÍN. Retrataciones 1,8.


[10] ALLAN FITZGERALD, OSA. Diccionario de San Agustín: San Agustín a través del tiempo. Editorial Monte Carmelo, Burgos-España, 2001, p. 960.

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